viernes, 9 de noviembre de 2012

Sociología



 

Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que está mirando fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Este aspecto tendrá el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona ruina tras ruina y las va arrojando ante sus pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, la tempestad se enreda entre sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja, inconteniblemente, hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.



Walter Benjamin moría pocos meses después de escribir este texto, una de las Tesis sobre la filosofía de la historia publicadas por Theodor Adorno. El Holocausto, las bombas atómicas lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki y los más de veinticinco millones de civiles asesinados durante la Segunda Guerra Mundial ilustrarían esa destrucción a la que había conducido el progreso; esas ruinas que el ángel de la historia está obligado a contemplar. 

Marx dice que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero tal vez las cosas sean diferentes. Quizá las revoluciones sean la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia.

¿Pero cómo, dónde encontrar ese freno de emergencia?

El nombre de este blog hace referencia a un libro de Pierre Bourdieu, cuyo título es Contrafuegos, reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Este espacio que ahora nace es un homenaje a la figura de Bourdieu, a sus aportaciones a la sociología, a su militancia política. A su vez, también es un compromiso: un compromiso de rigurosidad, de exigencia metodológica, de aprehensión teórica. No hay que malinterpretar estas palabras: las aspiraciones subjetivas deben ajustarse a las oportunidades objetivas. Puede que las primeras deben asomarse ligeramente por encimad de las otras, pero sin sobrepasarse, porque eso conlleva irremediablemente una pérdida de perspectiva, de visión global, de desconocimiento de la situación real. Asumiendo sus propias limitaciones, este pretende ser un lugar donde se construyan nuevos contrafuegos y donde se cuestionen los ya existentes.  

La imagen del neoliberalismo como tempestad de fuego que se pretende extinguir, aludiendo a la idea de progreso de Benjamin, es literariamente bella y elegantemente oportuna, pero capaz de provocar interpretaciones erróneas. ¿Por qué no hacer referencia a los dominantes, a los de arriba, a los oligarcas, al "1%"? Cabría escuchar a Michel Foucualt cuando nos dice que deberíamos dejar de preguntarnos por el quién y empezar a interrogarnos por el cómo. Porque cuando se destruyen las estructuras de dominación, si no se han llegado a comprender los mecanismos que sostenían esas relaciones de desigualdad, dichas estructuras son siempre susceptibles de volver a cristalizar. La denuncia política debe acompañar al proceso de investigación científica; sin embargo, si no se asume el papel de científico social y, consecuentemente, el de científico, poco válida y útil puede ser la acción política.
 

El neoliberalismo puede ser un desarrollo natural del capitalismo, pero no es la única causa de destrucción social. La luchas son muchas y los procesos complejos. La cuestión social, como bien sabía el joven Marx de los Manuscritos económicos y filosóficos, no tiene resolución definitiva. No hay un fin de la historia. El mundo que imaginaba Rosa Luxemburgo, donde todos serían socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres, resulta pragmáticamente inalcanzable para un sociólogo. Por el contrario, sí que podemos aspirar a construir un mundo donde todos sean socialmente más iguales y más libres, des-cubriendo los mecanismos invisibles que nos coaccionan, que nos impulsan, que nos condicionan y determinan. Porque tan sólo conociéndolos, y conociéndolos bien, podremos modificarlos.

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