LADRONES, MEDIOCRES Y VALORES
En igualdad de circunstancias, a un ladrón le va mejor en una sociedad rica que en una pobre; hay más para robar. El robo hace a las sociedades menos prosperas de lo que podrían ser. El tiempo dedicado al robo no produce nada, pero reduce las recompensas del trabajo productivo y la inversión, e introduce una desviación de los recursos de la producción a los guardianes, cerraduras, policías, prisiones, sistemas de control de inventario, etc. De este modo, cada delito cometido por un criminal reduce la riqueza de la sociedad y por tanto la cantidad disponible de robar. ¿Hace esto que el delincuente individual limite sus desmanes?
No solo la ciudadanía cívica soporta el robo cotidiano, sino que debe soportar la mediocridad de estos. Mediocres por no entender que su concepción individualista de la actividad económica y de la acción social ha quebrado, una potencia económica por un lado, y pervertido una sociedad culturalmente avanzada por otro.
En toda sociedad económica, avanzada o no, la población cívica no sólo soporta la acción del delincuente, sino que soporta las consecuencias, las limitaciones a la prosperidad, bienestar,comodidad, tranquilidad y felicidad, que el delincuente impone de un modo dictatorial.
Capitalismo y generaciones venideras
El materialismo y el individualismo son características del capitalismo, eso es incuestionable. Ahora, ¿alguna vez en la historia ha estado esto tan arraigado en la cultura popular? Y no solo occidental. Recordemos como David Ricardo esbozaba, y Malthus hacía mención a etapas más humanas y humanizadoras de la actividad económica.
El límite ético y moral soportable e inamovible por la condición humana resistible a la condición material fue sobrepasado tiempo atrás. Al menos mayoritariamente. Si esto se ha cumplido, será que el capitalismo en su versión para el entendimiento popular habrá vencido. En el momento en que eso ocurra, se podrá afirmar que la perversión de la persona y su condición habrá comenzado.
No es debatible la necesidad de crear un nuevo tejido empresarial que mantenga el compromiso de continuar una vía más social, con valores, límites, orgullo, honor, compromiso, justicia y con el don de la empatía.
Entonces y solo entonces se podrá hablar de una nueva etapa de progreso y prosperidad. Mientras no llegue esa nueva generación comprometida, continuaremos debatiendo inútilmente en el mismo agujero político, económico y social en el que nos encontramos desde tiempo atrás.
Diego I. Olave Bañeres
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