domingo, 30 de diciembre de 2012

Interés general y acumulación contemporanea


Heráclito consagró la primera apreciación del cambio. Con  su consagrada frase: "Nadie se baña en el mismo río dos veces, porque todo cambia constantemente en él y en el que se baña" comenzaba la concepción historicista de la degradación. Platón, consabido defensor del sistema político de su Atenas defendió acérrimamente la necesidad de que las cosas fueran lo que en un momento determinado nacieron para ser. Resulta curioso, leyendo su República, como aboga por el inmovilismo social, tanto ascendente comodescendente, como clave para frenar cualquier degradación del Estado, que sólo podría impulsar un trastocamiento de los roles naturales de una sociedad. Que el artesano sea siempre artesano, pues cualquier exceso de riqueza o pobreza inculcaría ociosidad o desánimo en el desempeño de su labor. Esta realidad que habrá de ser imperturbable, prometía el dominio de un elemento esencial que guiará la ascensión y asimismo la caída capitalismo desde sus inicios: la contradicción en las formas "naturales".


En su "Ideología alemana", Marx y Engels descubren la contradicción como elemento enarbolador de la división del trabajo contemporánea, donde la distribución desigual de la propiedad genera una serie de asimetrías tanto cualitativas como cuantitativas del trabajo y de sus productos. Resulta, por tanto, terriblemente interesante apreciar los paralelismos en la evolución del concepto del cambio a través de la división del trabajo. Para Platón aludía a la naturaleza del hombre y la alteración de la misma ofrecería una serie de inconsistencias destinadas a destruir el Estado. Para el capitalismo, esta división del trabajo posee también un componente naturalista, que los mismos escritores alemanes observan sobre la distribución natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en familias opuestas. Pero la ascensión social, casi a modo de conquista meritocrática, se vuelve prometedora y factible sólo a través de la interiorización destructiva de la contradicción como modo racionalizado de vida.

Por tanto, y capaz estos párrafos sobren para evidenciar lo que viene a continuación, la connivencia en las formas de vida modernas y relación del hombre con su naturaleza se basan en una premisa básica: la contradicción de los elementos y los roles sociales en su relación con los medios de producción y la naturaleza que alcanzan su máximo en la contradicción entre interés particular e interés general. Por ello, y siempre aludiendo al primer capítulo de la "Ideología alemana",  se desprende que toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar, a su vez, su interés como interés general, cosa que en el primer momento se ve obligada a hacer.  

El poder social, entendido como forma de producción multiplicada, basada en la cooperación y materialización de la armonía de un interés general construido en base a la voluntad ha sido desmantelado. Sin atender a especifidades históricas, su último desmantelamiento alcanza su paroxismo con el Rigorismo de las formas políticas occidentales americana e inglesa de los años 80, y la frase de Thatcher que dice que la sociedad no existe, ya que sólo existen los individuos y sus familias, sospechosamente dota de sentido al discurso que pretendo brevemente enunciar. Resulta que el control de la contradicción,  su  elevación  a categoría de interés general para su dominio partió necesariamente de un sometimiento de la sociedad al cambio. Que todo cambie para que no cambie nada, y la  concepción  contemporánea  de  la  evolución necesitará que pensemos en ella como espontánea, incontrolable,  ajena  a  nuestro  pequeño  universo  de determinismo social. Una vez esclavizado y atomizado el interés general a partir de la alienación del interés particular de los individuos, el camino está despejado para que el único interés orgánico, el de la clase, tome el poder político para abolir cualquier forma de sociedad anterior y presentar su interés como interés general.

Una vez superado la fase capitalista de evolución fordista a manos de la inflación, la fase contemporánea de acumulación iniciada en los años 70 supuso un naciente ciclo postindustrial  de  crecimiento  centrado  en  el mercado financiero y que generaría una mercantilización globalizada que ha y está  desarticulando  hasta  sus extremos la estructura social. Pero no sólo, está desmantelado el principio fundamental de articulación social del capitalismo: la movilidad social ascendente ante la imposibilidad de inclusión de las  nuevas  generaciones en una estructura de mercado amorfa que está tardando demasiado en definir sus nuevos paradigmas ante las recientes crisis de crecimiento del modelo financiarizado de desarrollo.

Si Kautsky, principal teórico marxista de la época de la llamada Segunda Internacional  levantara  la cabeza, no podría negar como lo hizo que el imperialismo es una fase del capitalismo, y no como él creía una política económica del capital financiero que no se puede identificar con el  capitalismo  contemporáneo.  Pues bien, hoy en día nosotros estamos observando la manifestación desnuda de todos los ingredientes propuestos por Lenin y que  podemos  identificar  en  sus  sucesivas  definiciones  de  imperialismo:   "El imperialismo es el capitalismo en aquella fase de desarrollo en que se establece la dominación de los monopolios y  el  capital financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales; en que empieza el reparto del mundo entre los trust internacionales..." El componente  dominante  no  es  el  capital  industrial,  sino  el financiero. La única razón por la que ha estado subyugado durante  el  siglo  veinte  fueron  las  dos  guerras mundiales y la posterior y necesaria reconstrucción nacionales que potenciaron la forma del capital industrial en detrimento de los procesos de acumulación de las élites en forma de activos financieros. Pero se llegó  a las condiciones estructurales necesarias con la crisis de 1973 y la liberalización de los flujos financieros   de capital y la posterior construcción de una lógica y sentido de desarrollo guiada por paradigmas económicos de finales del s. XX, que se concretaron en una reconversión del armazón institucional democrático deudor del industrialismo post-bélico y que no ha sabido readaptarse a las formas modernas de dominación por las sucesivas desconexiones del elemento social con respecto su más inmediata realidad material.Y, en esto, la cultura del consumo y de la libertad virtual tienen mucho que ver.


Una justificación desarrollista toca a su fin cuando las expectativas aparecen flagrantemente fuera del control de los ciudadanos. Cuando el dominio del conocimiento de las posibilidades de crecimiento se pierden, la fe en la no observancia del sistema enciende una alarma. Terrible paralelismo el nuestro, que hemos   sustituido la observancia del descontrol de nuestro futuro y nuestras posibilidades a través de un mundo sin fin,  como es internet, que precisamente explaya toda posibilidad de conocimiento y realización sin una finalidad productiva.

Sin embargo, los conceptos de trust internacionales adolecen del momento histórico de su concepción, y en vez de monopolios, la deslocalización como fenómeno de crecimiento necesita reubicar  a    los   oligopolios como forma de dominación asentadas por la expansión  de  la  riqueza  en  el  mundo  contemporáneo. Son oligopolios financieros, que dotaron de sentido a  la  reconversión  de  los  activos   industriales   en  capital inmaterial, que han desmantelado la lógica retributiva del sistema capitalista de finales del s. XX para ofrecer nuevas contradicciones que es preciso señalar para continuar en la senda del conocimiento moderno.

Y ante todo esto no paro de pensar en la frase que con tanta gracia y desprovista de intelectualidad forzosa amaba Pasolini presentar: "Io non credo nello sviluppo ma si nel progresso", es decir, "Yo no creo en el desarrollo, pero sí en el progreso" prefigurando así, hace más de 30 años, la ceguera que el consumismo supondría para identificar un sujeto histórico-universal que abogue nuevamente por un interés general engendrado por el pueblo y para el pueblo.

Publicado 2 days ago por Alejandro Gil Blasco

No hay comentarios:

Publicar un comentario