viernes, 30 de noviembre de 2012

1984


1984 es la antiutopía o distopía más célebre de todas cuantas fueron escritas durante la primera mitad del siglo XX. En ella, Orwell presenta un futuro en el que una dictadura totalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de los ciudadanos que resulta imposible escapar a su control. La odisea de Winston Smith en un Londres dominado por el Gran Hermano y el partido único se puede interpretar como una crítica de toda dictadura, aunque en las analogías con el comunismo estalinista resultan evidentes, dada la trayectoria vital del autor. La novela cobra nueva vigencia en la sociedad actual, en la que el control a los ciudadanos, coercitivo o no, se halla más perfeccionado que en ningún otro momento de la historia de la Humanidad.

1984: Utopía y distopía

"¿Qué es 1984?", 1984 es la distopía más célebre de cuantas han sido escritas.  Pero, ¿Qué es una distopía? También conocida como antiutopía, una distopía es lo opuesto a una utopía.

            La utopía es el mejor de los mundos, la libertad definitiva y absoluta, el sueño de todo ciudadano hecho realidad y la distopía es el peor de los mundos, la sumisión definitiva y absoluta, el sueño de todo gobernante hecho realidad, y será tanto más efectiva cuanto mayor grado de satisfacción produzca en el ciudadano. Es lo que Sam J. Lundwall define en su Historia de la ciencia ficción como "la pesadilla con aire acondicionado".

Sinopsis argumental

            Como he comentado1984 presenta una distopía. En ella, el mundo está dividido en tres grandes superpotencias: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. La primera de ellas comprende América, Australia, Gran Bretaña y el sur de África. Eurasia es el resultado de la absorción de Europa por parte de la Unión Soviética. Asia Oriental comprende China, Japón e Indochina. El resto del planeta padece una guerra interminable que enfrenta a las tres potencias, en un cambiable ir y venir de alianzas y quebrantamientos de alianzas. Al iniciarse la novela, Oceanía está en guerra con Eurasia, siempre ha estado en guerra con Eurasia, y está aliada con Asia Oriental.

            Winston Smith es un funcionario del Departamento de Registro del Ministerio de la Verdad, que irónicamente es el organismo encargado de falsear la realidad y manipular la opinión pública. Es un cuadro inferior del todopoderoso Partido, muy lejos del nivel de vida alcanzado por los miembros del Partido Interior (la auténtica élite de la sociedad, cuya cúspide es el todopoderoso Gran Hermano) y muy por encima de las privaciones de los proles, la clase inferior. Winston Smith es, pues, un representante de la llamémosle clase media de uno de los Estados más represores que ha presentado la literatura.

         Pero Winston tiene dudas. Un incidente aislado, ocurrido años antes, le hace sospechar que el Partido manipula la realidad hasta extremos inauditos. Por error, cayó en sus manos un documento que demostraba que tres disidentes políticos caídos en desgracia (Jones, Aaronson y Rutherford), a quienes él mismo había visto en una ocasión, habían sido considerados héroes del Partido para, a continuación, desaparecer de cualquier fuente documental como si nunca hubiesen existido. El trabajo de Winston consiste en eso: en alterar la prensa de tal manera que las noticias que incomodan al Partido sean sustituidas por otras que se adecuen a la verdad oficial. Al desaparecer de la prensa y de cualquier otro medio de comunicación, se puede decir que estas noticias nunca han existido. De manera análoga, las personas caídas en desgracia a los ojos del Partido dejan de existir a los ojos del mundo. Más aún: nunca han existido. Son nopersonas. Oceanía puede estar en guerra con Asia Oriental, más aún: Oceanía siempre ha estado en guerra con Asia Oriental; pero si el Partido dice que Oceanía está en guerra con Eurasia, habrá que creer al Partido: Oceanía está en guerra con Eurasia; más aún, Oceanía siempre ha estado en guerra con Eurasia. La facultad de cambiar de idea al compás de las consignas del Partido se conoce como doblepensar. Un objeto blanco puede ser negro si el Partido dice que es negro, y la tarea del buen miembro del Partido (y, por ende, del buen doblepensador) estriba en adquirir la habilidad mental necesaria para convencerse a sí mismo de cuándo un objeto blanco es negro. La capacidad del doblepensar de generar paradojas se manifiesta en la nomenclatura de los órganos gubernamentales: el Ministerio de la Verdad se encarga de manipular la mente de los ciudadanos; el Ministerio de la Abundancia gestiona los cada vez más escasos recursos alimenticios y de materias primas; el Ministerio de la Paz es el que moviliza tropas; y el Ministerio del Amor es el encargado de ejercer la coerción física y mental sobre la población.

              El doblepensar es sólo un estado mental conducente a afianzar una concepción inmutable de la Historia; una herramienta intelectual, en resumen, que encuentra su plasmación en la neolengua, un lenguaje artificial creado por el Partido y que modelará la mentalidad de los súbditos del Gran Hermano. El lenguaje determina la estructura del pensamiento humano. Al prescindir de determinadas palabras, se prescinde de su concepto. De este modo, el Partido puede controlar y uniformar con mayor facilidad los pensamientos de sus miembros, para así evitar el mayor de los delitos concebibles en la sociedad de Oceanía (y, suponemos, de las otras dos potencias): el crimental, o crimen mental. El delito de pensamiento opuesto al doblepensar y las directivas del Partido (o Ingsoc, Socialismo Inglés). Un ciudadano puede tener una conducta irreprochable, ser un miembro modélico del Partido, cantar todas sus consignas y dominar la neolengua; pero, si en su fuero interno no está convencido de la verdad del Ingsoc y esquiva con pericia la tupida red de delaciones en que se sustenta la sociedad oceánica (desde la Policía del Pensamiento hasta tus propios hijos), tarde o temprano se delatará a sí mismo mediante el crimental. Un hecho, un indicio, un pensamiento a destiempo, un lapsus linguae o incluso una frase murmurada entre sueños bastarán para acabar con esa persona. Y ese "acabar con esa persona" funciona tanto en el sentido individual (será vaporizado) como en el colectivo (al ser una nopersona, nunca habrá existido; nada demostrará que ha existido; nadie lo recordará).

          Syme, uno de los compañeros de charla de café de Winston, encargado de confeccionar la undécima y casi definitiva edición del Diccionario de neolengua, explica su funcionamiento: "¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado está decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre? (...) ¿Cómo vas a tener un eslogan como el de "la libertad es la esclavitud" cuando el concepto de libertad no existe?"

          El miedo a cometer crimental es la primera señal de que se está cometiendo un crimental. Y Winston ya ha alcanzado esa fase desde el momento en que comienza a escribir un diario. Lo hace a pluma, a hurtadillas, sorteando las telepantallas instaladas en su dormitorio que detectan su comportamiento huraño y le impelen a practicar su gimnasia. No existe intimidad. Cualquier acto solitario es antisocial, contrario a los principios del Ingsoc y conlleva la semilla del crimental. Ante semejante panorama, a Winston, como a cualquier otro habitante de este Londres espectral sacudido por los bombardeos enemigos, no le queda más remedio que adoptar las formas externas que determinan el buen comportamiento de un miembro del Partido, consciente de que ya ha comenzado la cuenta atrás para su captura.

La primera manifestación de sumisión al partido es el acatamiento de sus tres grandes eslóganes:
La guerra es la paz.
La libertad es la esclavitud.
La ignorancia es la fuerza.

          Estas tres consignas constituyen el resumen del pensamiento del Ingsoc, son todo lo que un buen miembro del Partido necesita saber para ser un ciudadano de comportamiento correcto. La única manera de alcanzar la paz es mantenerse en estado de guerra contra las otras dos potencias, pues tarde o temprano Oceanía habrá de triunfar. La sumisión al Partido es la única manera de mantener un prurito de libertad; en caso contrario, mueres, dejas de existir. El falseamiento de la realidad es la base del sistema: creer las mentiras impuestas nos hará fuertes para mantenernos dentro del juego propuesto por el Partido; cuanto más ignorantes seamos, menos riesgo de descubrir incoherencias, menos posibilidades de caer en el crimental.

         El segundo acto que entraña sumisión al partido es la abstinencia sexual. Winston odia con todas sus fuerzas a dos mujeres: su esposa Katharine y Julia. Ambas son el prototipo de mujer entregada al partido. Su esposa no quiso darle descendencia, al considerar la maternidad un acto de sumisión al Partido: está condicionada para considerar el sexo por placer como una abominación, su frigidez es su fuerza. Julia encarna a la mujer militante en la Liga Juvenil Anti-Sex, que paradójicamente trabaja en el Departamento de Novela del Ministerio de la Verdad; es decir, se encarga de escribir novelas pornográficas que luego son distribuidas clandestinamente entre los proles, para hacerles creer que consumen un producto prohibido. Su cinturón de castidad es el recordatorio de que el sexo es intrínsecamente abominable. Prohibido el amor, ¿qué otra alternativa tienen los habitantes de Oceanía (y, suponemos, de las otras dos potencias)? El odio.

         El odio hasta el dolor. El tercer y más fuerte motor de cohesión de la sociedad de 1984. Pero odio... ¿a qué? A lo extraño, al extranjero, al contrario al Partido. Las manifestaciones populares más lúdicas son las películas de propaganda bélica (en las que abunda la violencia explícita y, por lo que nos sugiere Orwell, real: imagínense una snuff movie perpetrada por miles de Rambos), las ejecuciones -previo escarnio público- de prisioneros de guerra enemigos y, sobre todo y por encima de cualquier otra, los Dos Minutos de Odio.

        ¿Qué son los Dos Minutos de Odio? La ración diaria de odio necesaria para hacer funcionar el sistema. ¿Quién es el objeto del odio? Emmanuel Goldstein. El gran enemigo de Oceanía, el Partido y el Gran Hermano. El adversario necesario. El traidor al Ingsoc. El artíficice de la Revolución que se vendió a las potencias extranjeras. La población expresa su odio irracional, válvula de escape de todos sus instintos primarios, mientras se superponen imágenes apenas subliminales de Goldstein con un fondo de matanzas y atrocidades del enemigo de turno, sea Eurasia o Asia Oriental. Los ciudadanos están condicionados para odiar a Goldstein. Odiar a Goldstein es amar al Partido y al Gran Hermano y todo lo que representa el Ingsoc. Dudar de la maldad de Goldstein es la peor forma de crimen. Y Winston ha caído en ella.

         Winston odia al Partido. Odia al Gran Hermano. Sabe que el Partido manipula la información, altera la percepción cotidiana de la realidad. Lo sabe porque él mismo ha tenido en sus manos una prueba de este fraude. Pero al mismo tiempo sabe que otros como él odian también al Partido. Por ejemplo, O'Brien, un destacado miembro del Partido Interior, que se le aparece en sueños prometiéndole un pronto encuentro en "el lugar donde no hay oscuridad". Guiado por una complicidad inexplicable, más intuitiva que fundamentada, Winston sigue los pasos de O'Brien, convencido de que le puede aclarar dudas acerca de la existencia de la Hermandad, una organización clandestina, no se sabe si existente o no, enemiga jurada del Partido y el Gran Hermano, tal vez impulsada por el propio Goldstein, el archienemigo.

          Pero antes de acceder a O'Brien, Winston debe consumar su crimental, debe trasgredir todas las reglas impuestas por el Partido, debe vulnerar todos sus condicionamientos. La primera parte de la novela nos refiere el proceso mental que sigue Winston antes de estar preparado para saltar a esa fase. El acto de escribir el diario hace a Winston plantearse cada vez más interrogantes acerca del funcionamiento del Partido y su sistema de mentiras. Es la toma de conciencia por parte de Winston de que la pretendida utopía no es sino una terrible distopía. El siguiente razonamiento llevará a Winston a plantearse la manera más idónea de contestación al régimen. Pronto llegará al punto en que la única solución posible le parece el derrocamiento del Gran Hermano. Pero los miembros del Partido, sujetos a férreos condicionamientos, no serán la fuerza capaz de acabar con la opresión. Winston fija sus ojos en los proles, los proletarios, aquellos ciudadanos ajenos al juego del Gran Hermano, la masa acrítica y no condicionada. Los proles recuerdan una existencia anterior al Gran Hermano, en ocasiones parecen inmunes al lavado de cerebro que ha hecho creer a toda la sociedad que la inmensa mayoría de los adelantos científicos y tecnológicos de la Humanidad son obra del Gran Hermano. Winston, que carece de familia (fue separado de su madre y su hermana a temprana edad) y ha sido criado por el Partido, recuerda líneas sueltas de una canción de su infancia, que convertirá en el símbolo de su individualidad y de su rebeldía. Esta rebeldía lo lleva a alquilar una habitación en un barrio proletario. Allí podrá escribir su diario y dar rienda suelta a sus fantasías, ajeno a la mirada omnipresente de las tele pantallas.

           Tras la toma de conciencia, la comisión del crimental, es hora de pasar a la acción. La segunda parte de la novela nos muestra el acercamiento entre Winston y Julia. La al principio odiada Julia se revela como una sediciosa. Pero, al contrario que Winston, la rebeldía de Julia es acrítica e intuitiva. Julia carece de base teórica, todas las proclamas de Winston a favor del proletariado y en contra del Partido le resultan ajenas e incomprensibles. La rebeldía de Julia es de otra índole. Ella busca la libertad sexual. En un mundo puritano, Julia predica con el ejemplo el amor libre, pero tiende a creerse de manera acrítica todas las proclamas del Partido y los principios del Ingsoc. Ello lleva a Winston a definir su rebeldía como exclusivamente «de piernas abajo». El amor clandestino entre Julia y Winston es desesperado: ambos saben que sus días están contados. No hacen planes de futuro: no tiene sentido hacerlos. Justo en ese instante entra O'Brien en acción.

       O'Brien viene a cerrar el proceso de rebeldía a los tres principios motores de la sociedad de Oceanía. Perpetrado el crimental gracias a su inteligencia y su capacidad de síntesis, vulnerada la abstinencia sexual gracias a Julia, Winston penetra en el mundo del odio gracias a O'Brien. O'Brien lo ayudará a odiar al Partido introduciéndolo en la Hermandad. El juramento de fidelidad a esta organización es una buena muestra de ello.

         Juramentados ambos, Julia y Winston brindan con O'Brien por el pasado. Por el pasado que existió, no por el pasado eternamente mutable que defiende el Partido. Es el momento en que ambos pasan a formar parte de la Hermandad. Por fin pueden leer el libro clave de la rebelión, el tratado teórico escrito por Emmanuel Goldstein: Teoría y práctica del colectivismo oligárquico. En realidad, se trata de un ensayo analítico, sin apenas contenido subversivo: es una simple descripción de las instituciones y la historia de Oceanía. La respuesta a la pregunta que Winston se había formulado alguna que otra vez en su diario: "Comprendo CÓMO. No comprendo POR QUÉ". La certeza del porqué de las cosas, la comprensión por parte de Winston de por qué odia al Partido y todo lo que encarna, es el último paso en su trayectoria moral y política. Sólo ahora, y no antes, podrá enfrentarse a la siguiente etapa, referida en la tercera parte de la novela: su tortura.

         Evidentemente, Winston no podía eludir su destino: ser encarcelado. El propio O'Brien, comisario de la Policía del Pensamiento, se encarga de capturarlo y conducirlo al Ministerio del Amor. Allí sufrirá todas las vejaciones imaginables, un lavado de cerebro que lo lleve a amar al Partido y el Gran Hermano. La temible habitación 101 marca el final de Winston como persona; en ella ha de enfrentarse a sus fantasmas más terribles. Una vez superada la humillación que anida allí adentro, Winston estará dispuesto a creer cualquier consigna del Partido. Los discursos adoctrinadores de O'Brien surten efecto. Winston ya es capaz de doblepensar. Ve cinco dedos cuando O'Brien le enseña cuatro. Y, mejor aún, ama al Gran Hermano. Ya es un miembro respetable del Partido.


         A modo de conclusión, ¿qué hay de 1984 en nuestro mundo actual? Parece ser que mucho más de lo que quisiéramos. La advertencia de Orwell parece haberse convertido en realidad, tal vez de una manera más sutil y, por supuesto, menos lesiva para la sensación de libertad individual. El futuro opresivo descrito por Orwell se ha convertido en un presente en el que impera la sensación generalizada de libertad y comodidad, de utopía realizada, pero en realidad los mecanismos de control son los mismos.
             
Publicado por María José

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